Para nosotros Unschooling y Crianza
Respetuosa van de la mano. De hecho, en nuestro caso, una cosa trajo la otra.
Hay una gran diferencia entre querer controlar o no controlar a nuestros
hijos. E involucrarse en la crianza o no involucrarse.
La Crianza Respetuosa, con Apego, Natural…
a mí personalmente me gusta llamarla Crianza con Conciencia, no es ser
permisivos ni indiferentes con nuestros hijos sino, más bien, no obligar, no
forzar, no castigar ni premiarles para conseguir lo que queremos de ellos. No
buscar estrategias para modificar y moldear su comportamiento y hacer que sean
como nosotros queremos que sean y hagan lo que nosotros queremos que hagan. La
mejor forma para conseguir eso sería siendo y comportándonos nosotros como nos
gustaría que fuesen nuestros hijos. Dar, nosotros, ejemplo de lo que queremos
ver en ellos. Aunque, sinceramente, pienso que ni eso deberíamos hacer con esa
intencionalidad. Ellos tienen que llegar a ser quienes ya son y nosotros
debemos, a mi entender, acompañarles en
ese maravilloso camino llamado vida.
Si nos fijamos en el cuadrado de arriba, el norte sería involucrarse, el
sur sería no involucrarse, el oeste sería controlar y el este sería no
controlar.
La Crianza con Conciencia y el
Unschooling estarían en la esquina noreste
(NE). Nos involucramos pero no les controlamos. Les informamos de los limites pero no les limitamos. Cuando no somos arbitrarios con ellos y les
explicamos el por qué no se puede hacer tal cosa en tal sitio o por qué no comemos
tal o cual cosa, el por qué en casa de la abuela es mejor no saltar sobre el
sofá, el por qué hay que vestirse para salir depende dónde… Cuando les hablamos
de las necesidades y sentimientos de los demás no hace falta forzar, prohibir,
amenazar, ordenar, castigar, premiar… Si les informamos del por qué nosotros no
hacemos, decimos, comemos… tal cosa, ellos lo ven y entienden y a la larga todo
tiene su efecto positivo. No es lo mismo obligarles a vestirse por qué estamos
en casa de la abuela que explicarles que la abuela no se siente cómoda con
nuestra desnudez por tanto no queremos incomodarla, ¿verdad? El simple hecho de
prohibir algo hace que ese algo tenga mucho más poder. No obstante, el no
prohibir no es condición sine quanum de que van a hacer lo contrario a lo que
nosotros queremos, necesitamos o deseamos.
Mis hijos, casi siempre, suelen escoger alimentos sanos para alimentarse porque
saben y están informados sobre nutrición. Es un tema que a mí me apasiona. En
casa se habla del efecto de ciertos alimentos en nuestro organismo… Yo soy
vegetariana desde hace más de 20 años y ellos también lo son. No por imposición
sino por información, ética y ecología. Mi pareja también ha hecho su camino al
respecto y hace un par de años que también es vegetariano pero no tan “estricto”
como yo. Nuestros hijos no se sienten atraídos por ningún trozo de “animal muerto”.
Un ejemplo sería: En una fiesta de cumpleaños o en casa de alguien que no
come como nosotros. Uno de mis hijos me pregunta: “¿Mama qué lleva esto? ¿Tú
vas a comerlo?” Yo le respondo que no voy a comerlo ya que lleva azúcar
refinado, él ya sabe que nosotros no comemos azucares refinados, pero añade: “Yo si quiero un trozo”… yo le
contesto: “Cariño, si tú quieres come un poco”. Él coge un trozo, le pega un
mordisco y me lo da diciendo: “Ya no quiero más”. Ni a Ainara ni a Naikari ni a
mí nos gustan mucho los dulces pero a Urtzi y su padre les encantan. Ellos ya
saben lo malo que es el azúcar blanco para el cuerpo y su sabor es demasiado
dulce para ellos acostumbrados al agave, les melazas, la estevia… No obstante
la prohibición de comérselo seguro que le haría más daño emocional que no el
trozo en sí. Para mí, siempre, es más importante la relación con mis hijos y
luego todo lo demás. Estoy convencida de que si les prohibiera comer algo en
concreto, ellos lo querían con más intensidad o se lo comería a escondidas. Muy
pocas veces comen cosas no sanas. Sus cuerpos ya les hablan y ellos saben
escucharlos. Recuerdo un día que Urtzi, mi hijo mediano, me dijo que en la
clase de hockey le había dado “chuches”. Yo sólo le pregunté si se había comido
muchas y él me dijo que sólo una y que las demás las había tirado. Incluso me
enseñó dónde. Cuando suceden cosas así
es cuando nos damos cuenta de que todo va bien.
Si hemos decidido respetar sus intereses, pasiones, ritmos (académicamente
hablado)… No sería lógico no respetar todo lo demás: cuándo y qué comer, cuándo
y dónde dormir o despertar, cuándo y cómo ayudar en la casa, qué ropa ponerse,
cómo peinarse…
Un buen día (de esto ya hace unos cuantos años) me plantee todas estas y
más cuestiones. No tenía sentido para nosotros respetarlos académicamente (sus
intereses y ritmos) y por otro lado llamarles (obligarles) para comer a la 1 o
llevarles a la cama a las 9 o despertarlos a las 8 y obligarles a ordenar sus
cosas… No parecía coherente.
Lo de la comida es lo que, en mi opinión, cuesta más a las familias. Si se
tiene siempre comida sana al alcance de los niños (fruta fresca de temporada,
frutos secos, semillas, zanahorias, tortas de cereales, pan casero, algún
cereal hervido, patés vegetales, zumos naturales, leches vegetales…) no tendría
por qué ser un problema. Quizás es que, a veces, los adultos somos los primeros,
incoherentes, en este tema. Hay padres y madres que no quieren que sus hijos
coman o beban ciertas cosas pero ellos sí los toman. El ejemplo es primordial y
la mejor herramienta.
La crianza convencional es realmente bastante “anti-niños”. Nunca seríamos
capaces de hacerles a los niños lo que a veces les hacemos (dejarles llorar, no
cogerlos en brazos, no escucharles, dejarlos solos, separarnos de ellos cuando
ellos no quieren, darles ordenes continuamente, gritarles…) si nos
permitiésemos sentir lo que ellos están sintiendo y ver y sentir el mundo desde
sus necesidades y entendimiento. Dicho
de otro modo: ver el mundo a través de sus ojos y sentir el mundo a través de
su corazón. A muchos de nosotros se nos ha olvidado o ya no escuchamos al
niño/a interior herido que aún llevamos dentro. Para poder hacer eso nuestro niño/a interior debería estar sanado. Una
buena forma para sanar nuestras heridas pasadas sería tratando a nuestros hijos
de la forma en que nos hubiese gustado que nuestros padres y los adultos que
entonces estaban con nosotros nos hubiesen tratado a nosotros.
¿Cómo se puede
vivir sin horarios para comer ni dormir?
Para las familias que siempre han tenido y siguen teniendo un horario fijo,
les puede parecer un descontrol total. La verdad es que el cuerpo ya nos va
diciendo cuando tenemos hambre y sueño siempre y cuando le escuchemos y le
hagamos caso. Muy pocos adultos sabemos hacer eso. Comemos según un horario y
no por hambre. Nuestros hijos no tienen esa necesidad impuesta desde fuera ahora
(horarios laborables en su mayor parte), por tanto no se la impongamos nosotros…
podríamos dejarles ser más libres, autónomos y escucharse a sí mismos mejor. Saber
escuchar el cuerpo es todo un arte que muy pocos adultos sabemos hacer ya que a
muy pocos nos dejaron hacerlo en su día. Como siempre digo, solemos hacerles a
nuestros hijos lo que nuestros padres nos hicieron a nosotros sin antes
preguntarnos si eso, a nosotros, nos gustó o no. Ya no recordamos cómo nos
sentíamos, ¿verdad?
Nuestros 3 hijos suelen desayunar, comer, merendar y cenar los 3 juntos
casi siempre a la misma hora. La verdad es que cuando yo me pongo a comer
enseguida vienen y preguntan qué hay (si es que ese día no me han ayudado a
preparar la comida y ya lo saben) y se sientan en la cocina conmigo. No siempre
comemos en el mismo sitio, a veces nos sentamos en el suelo, en la terraza, en
el patio, en el comedor, en el sofá… Les encanta que me siente en la mesa
pequeña con ellos (papá no suele comer con nosotros los días laborables, él
llega más tarde). 2 o 3 días a la semana estamos fuera de casa todo el día con
otras familias y comemos en el campo o parque. Ellos van viniendo cuando tienen
hambre y se vuelven a jugar. No hay que olvidarnos que el juego también
alimenta mucho. Si un día no desayunan mucho, luego comen más en la comida,
sino han comido mucho al medio día luego comen más en la merienda, si vuelven
dormidos en el coche por la noche y no han cenado, al día siguiente se levantan
con un hambre atroz… Si realmente les dejamos que se escuchen, ellos se regulan
muy bien y son bastante constantes. Para poder ver que eso pasa y es cierto sólo
hay una forma… Confiar en ellos y darles esa libertad y respeto y saber esperar.
¿Qué hay de las
comidas en familia, todos juntos?
En mi opinión, lo importante de las reuniones familiares no debería ser el
comer sino el estar todos juntos y compartir un buen rato. Si las reuniones
familiares son divertidas, se habla, se deja hablar (tanto a los adultos como a
los niños), se escucha (tanto a los adultos como a los niños), no hay
televisión de por medio… seguro que a nuestros hijos les encantará estar con
nosotros mientras comemos. Si ellos tienen hambre antes pues que coman. Cuando
nos vean a papá y mamá sentados a comer seguro vendrán encantados y sino vienen
por que están haciendo algo más importante para ellos pues, bien, también.
Nuestros hijos no tienen horarios fijos para las comidas pero el 90% del tiempo comemos juntos. Incluso los
días que no estamos en casa. Ellos escogen nuestra compañía, no se la
imponemos. Cuando llega papá más tarde y se pone a comer , siempre, suelen
venir para contarle cosas y estar con él.
¿Tendrán que ir
a la cama tarde o temprano, no?
Ya hice un post hablando de esto hace un tiempo. Se suele pensar que
si respetamos a los niños y les damos libertad van a hacer cosas “malas”, nos
van a retar, poner a prueba, comportarse “mal”, ser rebeldes, hacer lo que les
venga en gana, no respetar a los demás… Pues, he de decir que todo lo
contrario. Un niño respetado, respetará a los demás. Los niños que actúan rebeldemente
o por oposición son precisamente a los que se les ha limitado, obligado y
forzado o prohibido hacer lo que
realmente querían o no hacer. Contrariamente a lo que mucha gente piensa, un
niño que tiene libertad no tiene la necesidad de poner nada ni a nadie a prueba
porque se siente seguro y no teme no poder hacer algo o no tener algo… No suele
tener la necesidad de invadir la libertad del otro para así tener él más ya que
su libertad no ha sido nunca “robada”. Puede entender mucho mejor cuando algo
no se puede hacer (en casa de otra persona) o no puede tener algo (no son
decisiones arbitrarias-hay un motivo). Suele adaptarse bien en sitios que hay
normas, reglas y hábitos diferentes ya que
él sabe que sólo es allí donde debe comportarse de tal modo. En su casa, con
los suyos, él es respetado y volverá a tener libertad.
En conclusión, para mí (una mamá Unschooler) no tendría ningún sentido no
respetarles en estas y más cuestiones. Cuanto más confiamos en ellos más
motivos nos dan para seguir adelante sin tantas reglas ni límites.