sábado, 18 de mayo de 2013

La sanación y el origen de la enfermedad.

Quiero compartir este artículo de Paloma Goñi sobre el origen de las enfermadades fisicas. Esta es su web: http://www.airesdecambio.com/
 
 
Cuando escribo sobre salud me gusta hacerlo con cautela. Primero porque no soy una experta en sanación y segundo porque soy consciente de que cada dolencia, cada enfermedad, tiene detrás el sufrimiento de muchas personas y no me gusta frivolizar con el dolor de la gente. Sin embargo, me veo en la obligación de decir lo que siento, lo que pienso y lo que he visto y experimentado. La enfermedad (las molestias, el dolor…) no es nunca casual (no existen las casualidades tal y como las contemplamos, como azar puro) y siempre tiene un significado mucho más profundo que el físico.
 
 
Cuando una dolencia se hace física, el cuerpo está manifestando algo que ya existe a un nivel más profundo, en tu interior. El cuerpo nos está avisando de que algo va mal, de que tenemos que sanar algo internamente. Estos avisos deberíamos considerarlos como una bendición porque tu cuerpo está poniendo ante tus ojos el problema y te está instando a encontrarle una solución. A menudo no hacemos caso a los problemas hasta que se convierten en una dolencia física. Si no se ve externamente, si no tiene implicaciones corporales, si no se puede ver en una radiografía, pareciera que no existe. La enfermedad física no es más que la manifestación de un dolor interno que no queremos ver. Y como no lo queremos ver, el cuerpo nos lo muestra.
 
 
La salud no es matemática. La misma enfermedad en dos personas diferentes puede tener causas muy diversas. Esto no es un ‘dos más dos son cuatro’ porque el cuerpo es multisensorial, multidimensional. Sin embargo, los síntomas físicos aparecen siempre en lugares concretos relacionados íntimamente con el asunto emocional a sanar. A veces es tan obvio que parece extraño que no nos demos cuenta.
 
 
Por ejemplo, las infecciones en la vulva y la vagina suelen tener que ver con traumas sexuales, con no vivir una sexualidad plena, con tener sexo cuando no se quiere, con la represión sexual, con el libertinaje sexual, con una relación sexual y de pareja que ya no nos satisface… Puede haber mil causas, pero siempre están relacionadas con el sexo, la sexualidad y nuestros sentimientos profundos hacia ese aspecto. No es extraño, por lo tanto, que la inmensa mayoría de las mujeres haya sufrido en algún momento de sus vidas este tipo de infecciones, teniendo en cuenta lo desvirtuada que está nuestra sexualidad hoy en día. Estos traumas y estas vivencias bien pueden venir de la infancia, de la idea cultural y social sobre la sexualidad y la mujer, de nuestras vivencias personales…
 
 
Pero muy a menudo las enfermedades y los malestares que sufrimos hoy tienen una relación muy estrecha con el pasado, con nuestras familia, con nuestros padres, con nuestros abuelos e incluso con antepasados muy remotos. Cuando una persona no resuelve sus traumas, normalmente pasan a la siguiente generación. De ahí que muchas enfermedades sean hereditarias, pero no hereditarias genéticamente, sino de forma sistémica. Esto no es ciencia ficción, sino una realidad de la que muchas personas se han dado cuenta por su propia experiencia y que cualquier terapeuta puede corroborarte.
 
 
A menudo (yo me atrevería a decir que siempre), la sanación física no puede ocurrir si no hay una sanación emocional y celular profunda. Darse cuenta del problema, hacerlo consciente y cambiar lo que tenemos que cambiar para poder sanarlo internamente. No estoy diciendo que no se deba ir al médico, que no se deban tratar las dolencias físicas, pero sí estoy afirmando que si no vamos a la raíz del problema, éste no se solucionará. Que somos mucho más que un cuerpo físico y que tenemos que empezar a vernos como tal. Creo que cualquier persona tiene algún ejemplo propio o cercano que corrobora lo que estoy diciendo. Puede que no queramos verlo, que no deseemos bucear a las profundidades, que no queramos aceptarlo, pero si somos sinceros con nosotros mismos, lo sabemos. Sabemos que nuestro malestar físico tiene unas ramificaciones emocionales tremendas y que debemos sanarlas para sentirnos bien.
 
 
Todos hemos escuchado testimonios de personas que han estado cercanas a la muerte, que han superado un cáncer, por ejemplo, y afirman que la enfermedad les ha cambiado la vida, que ahora son más ellos, que ven la vida de otro color y que son mucho más felices. La enfermedad les obligó a afrontar sus problemas, a darse cuenta de lo que realmente importa en la vida, a ser ellos mismos. La enfermedad les despojó de su cuerpo, enfermándolo, para que pudieran centrarse en su esencia y vivir en ella.
 
 
La medicina contemporánea está haciendo un trabajo maravilloso en el aspecto físico de la enfermedad. Pero no es suficiente. Nos haríamos un gran favor si dejáramos de pensar en los médicos como esas personas que te curan, que te solucionan el problema a base de medicamentos y extirpaciones. Los médicos no curan, no sanan, porque no pueden hacerlo. El único que puede sanarte eres tú mismo. Un médico no puede hacer nada ante una persona que no quiere sanar. Puede ayudar, acompañar, ofrecerte las herramientas que conoce, pero es tu cuerpo, eres tú el que sana. Tener esto muy claro es fundamental para tomar las riendas de nuestro cuerpo, de nuestra alma y de nuestra vida, y no dejar nuestra salud en manos de otros. Porque somos nosotros los que nos causamos las enfermedades y somos nosotros los que podemos sanarlas.
 

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