Seguro que muchos de vosotros pensaréis que no
puede haber ningún “peligro” a la hora de ser respetuoso y flexible con los ritmos,
intereses, pasiones y motivaciones de los niños, ¿verdad?
Personalmente, yo sí veo que pueda haber algunos
peligros al relajarnos con exceso con el pretexto de ser respetuosos. Me
explico, puede haber algún padre o madre que piense que lo mejor será no
intervenir en el aprendizaje de los niños. Que ellos van aprendiendo lo que
necesitan y quieren en cada momento. Eso sí es así pero en mi opinión, SÍ hay
que estar PRESENTE a diario y mucho. Cuando
un niño muestra interés por algo y no se le acompaña en ese preciso instante,
el interés puede quedar perdido hasta la próxima vez que se ilumine o que
le venga en mente algo sobre aquello. Hay quienes dicen que si realmente le
interesa eso ya volverá a preguntar o a mostrar señales. No obstante, ¿por qué
perder esa maravillosa oportunidad ahora para poder compartir con él y tener
que esperar a la próxima vez?.
Con el pretexto de ser unschoolers he visto algunas
familias muy relajadas con niños que no saben muy bien qué hacer, aburridos
muchas horas al día y mamas que van haciendo sus cosas por la casa sin
realmente estar allí presentes con los niños ya que ellos “solos” van
aprendiendo y haciendo lo que quieren, desean y necesitan. A veces podemos confundir libertad y respeto por los procesos
naturales de vida y aprendizaje con libertinaje o falta de atención por parte
de los padres. Si pasamos muchas horas con nuestros hijos durante el día es
lógico que nos cansemos de sus juegos o de que necesitemos estar con otros
adultos, con nuestra pareja o hacer lo que nos guste… pero es muy importante
que las horas que sí estamos con ellos estemos con presencia en el aquí y el
ahora. Interesándonos por sus cosas, hablando, compartiendo sus juegos, viendo
las señales de alerta cuando sus necesidades no están siendo satisfechas. Como
ya he dicho en varias ocasiones para que un niño pueda y quiera aprender necesita tener sus necesidades más básicas de afecto, atención, emocionales, motrices…
satisfechas. En mi opinión, la clave
está en dar antes de que necesiten pedir. Una vez han pedido, ya hay carencia.
Si damos demasiado ellos ya nos lo harán saber.
Os voy a confesar algo. En alguna que otra ocasión
me he visto a mí misma inmersa en mis cosas (cocinando, pensando, hablando por
teléfono, hablando con mi pareja, leyendo, contestando mails, escribiendo, preparando
talleres, tendiendo la ropa, barriendo…) y olvidándome de que tengo a 3 tesoros
por la casa. Al verlos entretenidos con sus cositas he ido de una tarea a otra.
Al ver que están en el patio, me pongo a barrer, como aún siguen allí empiezo a
cocinar, luego suben y se ponen a hacer no sé qué en el comedor… Allí ya
empieza algún que otro conflicto… no intervengo ya que parece que lo solucionan
ellos mismos. Pero, no… al cabo de otro ratito se vuelven a disgustar por algo…
Uno grita, otro se enfada y el tercero viene llorando a la cocina y “click”. En
ese preciso instante me doy cuenta de que llevan un par de horas o más “solos”
sin que yo ni su padre estemos con ninguno de ellos. No he estado presente durante
esas dos horas en ningún momento todo y que no he dejado de estar allí, en la
casa, con ellos. Eso no es presencia, eso no es acompañar, eso no es respetar,
eso no es dar libertad… Eso es simplemente no estar presente. Cuando me doy
cuenta de que no he estado presente paro y empiezo de nuevo o rebobino.
Cuando los niños no nos ven presentes o no estamos
dispuestos a satisfacer sus necesidades en el aquí y el hora y les decimos:
“ahora no puedo, espera, luego, hazlo tu…”
es cuando empiezan a estar inquietos, aburridos, se enfadan, piden
comida… Si no nos tienen cuando nos necesitan tienden a hacer cosas para que
nos demos cuenta de que están allí. Si no nos acercamos nosotros por puro
placer de estar con ellos, si no somos nosotros quienes nos interesamos por sus
cosas, si no somos nosotros quienes nos acercamos y les damos un beso sin más y
luego seguimos con lo nuestro, si no somos nosotros quienes les llevamos un zumo de
limón mientras juegan en el patio, si no somos nosotros quienes les llevamos
algo para picar cuando están en el ordenador, si no somos nosotros quienes
estamos presentes para ellos… bien seguro que ellos sabrán como tenernos a su
lado aunque sea teniendo que discutir con sus hermanos.
Ellos saben lo
que legítimamente les corresponde y si no lo pueden tener de un modo sano lo
buscaran de otro. No sería más sano que nos tengan simplemente
porque nosotros queremos estar con ellos en vez de que nos tengan que "suplicar".
No olvidemos que nadie pide lo que no necesita.
Aunque yo piense que mis hijos tienen todas sus
necesidades satisfechas y que tanto yo como su padre les queremos
incondicionalmente me doy cuenta de que no siempre es así. Una cosa es que yo
piense que están satisfechos y otra muy distinta es que ellos se sientan así.
Yo puedo decir que les quiero mucho pero eso no vale para nada si ellos no se
sienten queridos por mí. El amor que yo siento por ellos debe llegarles, tienen
que sentirlo así, de lo contrario no les nutre. ¿Cómo me doy cuenta? Su
comportamiento me dice cuando no he estado suficientemente presente. Sus emociones,
por consiguiente su comportamiento, son como los indicadores del coche que nos
dicen que falta aceite o gasolina. Su comportamiento y sus emociones nos pueden
estar diciendo “necesito más mamá o más atención”. Un niño feliz, respetado, tenido en cuenta… se siente bien por tanto su
comportamiento es armonioso. Cuando alguna necesidad no está siendo
satisfecha y no estamos presentes los niños ya no se sienten tan bien por lo
tanto su comportamiento deja de ser armonioso.
Su comportamiento nos indica que algo no marcha
bien. Y casi nunca el problema es de ellos sino más bien nuestro. Somos
nosotros los adultos los que tenemos que satisfacer las necesidades de los
niños y no los niños las nuestras.
Tenemos que buscar momentos en donde poder satisfacer nuestras necesidades para empoderarnos y seguir siendo las madres y padres
que nuestros hijos necesitan que seamos.
En mi opinión, la
falta de PRESENCIA es el mayor peligro a la hora de criar a nuestros hijos.
Tanto si somos homeschoolers como unschoolers o los tenemos escolarizados
nuestra presencia diaria debería ser de calidad. Estar presente no es hacernos simplemente
compañía, es mucho más que eso.
Estar presente
es tener el culo en el suelo y jugar con ellos, es escuchar la misma canción
una y otra vez por qué a nuestro hijo le encanta, es ver esa peli con ellos
aunque ya la hayamos visto 3 veces esta semana, es escucharle y mirarle atentamente
cuando nos habla, es leerle ese libro otra vez, es mirarlos mientras juegan
solos, es cocinar con amor sus platos preferidos, es llevarlos a los sitios que
más les gustan, es interesarnos por las cosas que a él o a ella le interesan,
es darle más de aquello que le gusta, interesa o apasiona, es preguntarle cómo
se siente, es ofrecernos para lo que necesiten, es mostrarles el mundo a través
de nuestros ojos…
Estar presente
no es olvidarme de ellos mientras yo hago lo mío, no es pensar que ellos se las arreglan solos, no es
esperar a que me llamen 3 veces antes de atenderles, no es posponer lo suyo
siempre ante lo mío, no es aburrirme cuando estoy con ellos, no es pensar en
mis cosas mientras hago ver que estoy allí, no es hacer 4 cosas a la vez, no es
ir con prisas…
En mi opinión, el
mayor peligro de una mamá unschooler (y os lo digo por experiencia) puede ser precisamente la falta de
presencia con el pretexto de que yo respeto a mis hijos y les dejo hacer lo
que quieren en cada momento.