jueves, 14 de febrero de 2013

Lo que estoy aprendiendo desde que decidimos no escolarizar a nuestros hijos.


Algunas de las cosas que estoy aprendiendo desde que decidimos  permitir a nuestros hijos ser ellos mismos y aprender todo aquello que ellos quieren, cuando ellos quieren y de la forma en que ellos quieren o necesitan.

 

 

Estoy aprendiendo que enseñar no tiene nada que ver con aprender.

 

El aprendizaje sólo ocurre en el ser que está aprendiendo. Nadie puede hacer nada, absolutamente nada, para hacer que alguien aprenda algo que no quiere saber. Se puede forzar el hecho de memorizar datos (algo en concreto) pero eso no tiene nada que ver con aprender algo de verdad por interés y pasión. Aprender lo hace uno independientemente de si es o no enseñado. No se puede dejar de aprender ni un solo día de nuestra vida. Sin embargo, uno si puede ayudar a otro aprender aquello que quiere o necesita. Primero alguien tiene que querer aprender algo y  luego otro puede ayudarle a aprender enseñándole eso que no sabe y quiere saber o necesita saber.

 

¿Cuántas veces hemos intentado “enseñar” algo a alguien  y, no obstante, no ha habido manera de que ni tan siquiera se hayan interesado lo más mínimo en ello? Por mucho que expliquemos esto o aquello si el que escucha no le interesa, no va a retener (aprender) nada de nada. A no ser que le obliguemos y entonces intentara memorizar lo que sea. Pero memorizar e intentar recordar algo el tiempo suficiente como para poder pasar un examen no es aprender. Lo memorizado tarde o temprano se olvida. Como decía John Holt: “Muy poco de lo que en la escuela se enseña se aprende, muy poco de lo que se aprende se recuerda y, por último, muy poco de lo que se recuerda se acaba usando”. Cuando se dice que los niños van al cole a aprender,  lo que en realidad ocurre es que los profesores se pasan el día enseñando (más bien intentándolo) y por el simple hecho de querer enseñar algo creen que los niños lo aprenden. Nadie puede hacernos aprender nada que no queramos o no nos interese. 

 

Estoy aprendiendo a confiar plenamente en la capacidad de elección de mis hijos.



No me refiero solamente al hecho de confiar en que van a aprender lo que quieran, necesiten o deseen y  que sabrán escoger que les interesa o que no…

 

Me refiero a la capacidad de elegir, incluso, a las personas (tanto niños como adultos) con las que quieren o no relacionarse. Si hay algo de alguien que no les gusta nos lo comentan, si alguien les trata de algún modo que no les gusta, también, lo dicen. Cuando hacen alguna actividad extra fuera de casa la eligen con mucho criterio y si no les gusta la forma en que la profesora les trata o la forma en que se desarrollan las “clases”, pues van y  prueban en otro centro… Tengo que decir que, a veces, es realmente difícil encontrar actividades “extra-escolares” en donde se tenga en cuenta el criterio, la opinión, los gustos… de los niños. Casi todas las actividades (por no decir todas) están pensadas para niños que van a la escuela y que a veces no tienen la opción de escoger asistir o no.

 

Me sorprende incluso el hecho de que escojan cómo quieren que les peine (con el pelo suelto, en una coleta, en dos, con trenzas, con una pinza, goma…). Nuestro hijo mediano de 6 años lleva el pelo largo y la mayor parte de las veces recogido con una pinza o coleta. También lleva un pendiente ya que insistió mucho en ponerse uno. La gente se sorprende de que le hayamos dejado ponérselo teniendo sólo 6 años. Yo me pregunto cómo es que se extrañan si a una bebe recién nacida le ponen dos sin ni siquiera saber si de más mayor los querrá o no llevar. A Urtzi también le encanta llevar muchas pulseras y collares por todo el cuerpo (muñecas, cuello, tobillos). Me encanta verle cuando le dicen: “Qué nena más mona”. Le confunden mucho por una niña pero él se limita a decirme: “Mamá se creen que soy una nena porque llevo el pelo largo y lo tengo rizado”. Pues, tiene todo la razón. Si se fijaran en la ropa que lleva seguro que sabrían que es un niño pero supongo que el pelo llama más la atención. Lo estupendo de todo esto es que él sigue siendo el mismo a pesar de lo que los demás le digan u opinen de él. Tengo que añadir que es muy importante cómo reaccionamos nosotros, los padres, en esas situaciones.

 

Estoy aprendiendo a ser la mamá que realmente quiero ser para ellos.



He aprendido que no hay nada más importante que la relación con mis hijos. Lo más importante es cómo nos relacionamos con ellos y luego viene todo lo demás. Por ejemplo: De que sirve que hagan lo que nosotros queremos (recoger, vestirse, ayudar…) o que coman lo que nosotros queremos y cuando nosotros queremos (ellos saben mejor que yo a qué hora tienen o no hambre) si para conseguir eso utilizamos amenazas, recompensas, gritos, sobornos, lloros… La salud emocional de nuestros hijos es tan o más importante que lo que puedan comer o dejar de comer en un momento dado. Hay que buscar soluciones creativas a los “problemas”. En el caso de la comida, podemos ofrecerles varias cosas sanas (diferentes frutas, frutos secos, tortas, pan casero, zumos, leches vegetales, trocitos de zanahorias o pimientos, guacamole, algún cereal hervido, tofu, seitan…), y luego dejarles escoger que es lo que quieren comer y cuando. Ellos ven qué cosas comemos su padre y yo y cuáles no. Yo les explico el por qué no como algo (azúcar refinado, carne, leche de vaca…). Como dice Casilda Rodrigañez: Es mejor informar antes que limitar.

 

Si anteponemos nuestra relación a todo lo demás, las cosas dejan de tener la importancia que tenían.

 

Estoy aprendiendo a respetar mejor sus ritmos y darme más cuenta de los míos.


Yo soy una mujer muy activa. Suelo hacer varias cosas a la vez y relativamente rápido. Siempre voy con prisas aunque no tenga que llegar a una hora fijada.

 

Mis hijos me están enseñando a hacer las cosas a otro ritmo, más relajadamente. A respetar sus ritmos biológicos de sueño, descanso, de actividad física, de estar en silencio, de hablar... Ellos se pueden tirar horas y horas haciendo algo que les guste y no tienen prisa por acabarlo. Pueden empezar varias cosas a la vez y no tener la necesidad de acabar ninguna. Los niños saben saborear cada instante y disfrutar el momento presente. Su vida es aquí y ahora. No suelen hacer planes de futuro más allá de mañana o pasado mañana…Ni se obsesionan por lo que ya pasó. De hecho el único momento que realmente podemos vivir y disfrutar es el ahora. Y los niños lo saben mejor que nosotros, los adultos. El pasado ya no es y el futuro aún no ha sido.

 

Verles tal y como son y no querer que sean de ningún otro modo me hace darme cuenta de que no hace falta ir tan rápido ni hacer tanto a la vez. Últimamente me lo tomo todo con más calma. No ando tan rápido, como más lentamente, hablo menos (cosa que me cuesta bastante), escucho con más atención, hago cosas con ellos a su ritmo y no al mío. Por ejemplo, cuando se visten, espero con paciencia. O cuando se suben al coche o se ponen los zapatos y/o las chaquetas. Cuando me explican algo muchas veces seguidas  les intento escuchar con el mismo entusiasmo con que les escuché la primera vez. Me doy cuenta de que ellos me lo explican con la misma ilusión, pasión e interés cada vez. Me doy cuenta que hacer todo esto me cuesta y no siempre lo logro pero así es como quiero relacionarme con ellos y como me gustaría que ellos se relacionaran con los demás. Par que alguien pueda respetar a los demás primero tiene que haber sido respetado. De lo contrario tendra que hacer un gran trabajo personal para conseguirlo como es mi caso.

 

Estoy aprendiendo a disfrutar de las cosas más sencillas.



Mis hijos se pueden pasar horas con una pequeña lagartija. La cogen, la miran, la enseñan, hacen preguntas, la ponen en algún recipiente, la vuelven a soltar… Se maravillan por la forma que tienen algunas piedras o por su color. Se fijan en el tamaño de la luna o si esa noche no está. Se paran en medio de un camino para observar a las hormigas salir y entrar de su “casa”. Un día Urtzi y Naikari se bajaron de sus respectivas bicis y me pidieron que se las pasara al otro lado de la línea de hormigas que había en medio de nuestro paso. No querían pisar ni una. Cogen flores y las miran muy detenidamente y se fijan hasta en el más mínimo detalle. Comparan la forma de las hojas de los árboles. Se fijan mucho en los bebés de los demás y en cómo sus padres se relacionan con ellos. Miran a los ancianos con ojos como platos (quien sabrá lo que piensan en esos instantes). Son muy sensibles a los olores. Las cosas les huelen a las personas que conocen. Un día Urtzi me dijo: “Esto huele a Josep”. Supongo que se refería al aroma del  jabón que usa la madre de Josep. Les encanta que cocinemos algo especial o poco común o habitual. Para ellos es una gran fiesta hacer un pica pica en casa. Cuando ven un gatito, perrito, pajarito… por la calle se le acercan y siempre lo quieren tocar y luego se pasan un largo rato hablando de él.

 

Desde que soy madre de mis 3 hijos me doy más cuenta de los cambios estacionales ya que ellos se fijan en cada detalle de la naturaleza. Están súper conectados. Si nos fijamos bien a todos nos puede llegar a cambiar el humor por el simple hecho de salir a la terraza, jardín, patio…y respirar aire “limpio” y sentir el sol, el aire, el frío en nuestro rostro. Observando a mis hijos me he dado cuenta de que cuando no han salido están más excitados, irritables, impacientes. Cuando  salimos al aire libre les cambia el humor en cuestión de minutos e incluso segundos. Saber disfrutar de las cosas “pequeñas” es lo más grande que hay.

 


Estoy aprendiendo a respetar más a las personas que son muy diferentes de nosotros.



Tengo tal seguridad y convicción en la filosofía de vida que llevamos que ya no me afecta tanto lo que otros puedan pensar, opinar o decir. Es como si mi niña interior se hubiera sanado y ya no necesitase tanto la aprobación de los demás para ser ella misma. De hecho siempre he pensado en que la mejor forma de sanarnos de nuestras infancias es tratando a nuestros hijos como nos hubiese gustado que nuestros padres nos hubiesen tratado a nosotros. Para mí ha sido lo más sanador que he hecho jamás.

 

Cuando más respeto la forma de ser de los demás más segura de mí misma me siento y cómo efecto dominó más respeto recibo. Ser uno mismo es lo  único y más valioso que podemos ser y perder nuestro tiempo intentando convencer a otros o justificándonos por cómo hacemos las cosas nos aleja de quien realmente somos y queremos llegar a ser.

 

No tengo ninguna duda de que aún me queda mucho más por aprender de mis hijos y con mis hijos en este maravilloso camino. Mientras tanto me encantaría saber qué es lo que estáis aprendiendo vosotras/os.

 

8 comentarios:

  1. Qué excelente, como siempre, Yvonne! Me siento muy representada en muchas de las cosas que dices. Sobre el primer punto justo estaba por escribir sobre mi hijo a quien cuando empezamos con esto el año pasado quería enseñarle a escribir aunque sea las vocales (solo escribía ULI por su nombre Ulises) finalmente lo dejé y he visto ya hace un mes que toma un cuadernito pequeño que encontró y respetando incluso los renglones escribe letras, incluso consonantes que jamàs vimos. Hoy, hace un rato, me pidió que le enseñara a escribir su nombre completo y la palabra gato porque quería escribirle una carta a nuestro gato que nos ha abandonado hace ya unos tres o cuatro meses atrás. Eso también entonces nos hace aprender que uno aprende a su ritmo y según las necesidades, como la vida misma.

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    1. Me ha gustado tu última frase "como la vida misma". De eso se trata, de vivir dejando fluir... Sin forzar, sin esperar, sin intención de que sepan tal o cual... Todo, absolutamente todo, llega en su justo y preciso momento.

      Un beso Paula.

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  2. Hermoso, lleno de esperanza
    .me ha dado fuerza para seguir, me ha dado esperanza de un mundo.mejor.
    Gracias.Yvonne!!

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    1. Conciencia Madre, me alegra mucho saber que has resonado con mis palabras.
      Un abrazo.

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  3. Gracias Yvonne , por compartir tus conocimientos y tu vida, es para mi familia de mucha ayuda, aun lucho con mi cabeza cuadrada, pero estoy leyendo mucho y aprendiendo por amor a mi familia 👪. Gracias

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    1. Minerva, no se trata tanto de luchar... je je je... Más bien hay que sentirlo para luego poder serlo. El siguiente paso después de la lectura es ser conscientes de qué es lo que me impide ponerlo en práctica y serlo y vivirlo.
      Un abrazo.

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  4. Me encantó como siempre tu artículo Yvonne. Gracias por compartir tus experiencias sobre todo en estos tiempos que son escasos los modelos o referencias de un aprendizaje real y en libertad y de una crianza consciente.
    Me llegó sobre todo tu frase: "Es como si mi niña interior se hubiera sanado y ya no necesitase tanto la aprobación de los demás para ser ella misma." porque también me siento identificada.
    Un beso!

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    1. Judit... bonita... la verdad es que ese niña interior aun sale sin ser llamada pero la conozco y entiendo por tanto la sé llevar y gestionar... je je je.
      Un beso.

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