Algunas de las
cosas que estoy aprendiendo desde que decidimos
permitir a nuestros hijos ser ellos mismos y aprender todo aquello que
ellos quieren, cuando ellos quieren y de la forma en que ellos quieren o
necesitan.
Estoy
aprendiendo que enseñar no tiene nada que ver con aprender.
El aprendizaje sólo ocurre en el ser que está aprendiendo. Nadie puede
hacer nada, absolutamente nada, para hacer que alguien aprenda algo que no
quiere saber. Se puede forzar el hecho de memorizar datos (algo en concreto)
pero eso no tiene nada que ver con aprender algo de verdad por interés y pasión.
Aprender lo hace uno independientemente de si es o no enseñado. No se puede
dejar de aprender ni un solo día de nuestra vida. Sin embargo, uno si puede
ayudar a otro aprender aquello que quiere o necesita. Primero alguien tiene que
querer aprender algo y luego otro puede
ayudarle a aprender enseñándole eso que no sabe y quiere saber o necesita saber.
¿Cuántas veces hemos intentado “enseñar” algo a alguien y, no obstante, no ha habido manera de que ni
tan siquiera se hayan interesado lo más mínimo en ello? Por mucho que
expliquemos esto o aquello si el que escucha no le interesa, no va a retener (aprender)
nada de nada. A no ser que le obliguemos y entonces intentara memorizar lo que
sea. Pero memorizar e intentar recordar algo el tiempo suficiente como para
poder pasar un examen no es aprender. Lo memorizado tarde o temprano se olvida.
Como decía John Holt: “Muy poco de lo que en la escuela se enseña se aprende,
muy poco de lo que se aprende se recuerda y, por último, muy poco de lo que se
recuerda se acaba usando”. Cuando se dice que los niños van al cole a
aprender, lo que en realidad ocurre es que
los profesores se pasan el día enseñando (más bien intentándolo) y por el
simple hecho de querer enseñar algo creen que los niños lo aprenden. Nadie
puede hacernos aprender nada que no queramos o no nos interese.
Estoy
aprendiendo a confiar plenamente en la capacidad de elección de mis hijos.
No me refiero solamente al hecho de confiar en que van a aprender lo que
quieran, necesiten o deseen y que sabrán
escoger que les interesa o que no…
Me refiero a la capacidad de elegir, incluso, a las personas (tanto niños
como adultos) con las que quieren o no relacionarse. Si hay algo de alguien que
no les gusta nos lo comentan, si alguien les trata de algún modo que no les
gusta, también, lo dicen. Cuando hacen alguna actividad extra fuera de casa la
eligen con mucho criterio y si no les gusta la forma en que la profesora les
trata o la forma en que se desarrollan las “clases”, pues van y prueban en otro centro… Tengo que decir que,
a veces, es realmente difícil encontrar actividades “extra-escolares” en donde
se tenga en cuenta el criterio, la opinión, los gustos… de los niños. Casi
todas las actividades (por no decir todas) están pensadas para niños que van a
la escuela y que a veces no tienen la opción de escoger asistir o no.
Me sorprende incluso el hecho de que escojan cómo quieren que les peine
(con el pelo suelto, en una coleta, en dos, con trenzas, con una pinza, goma…).
Nuestro hijo mediano de 6 años lleva el pelo largo y la mayor parte de las
veces recogido con una pinza o coleta. También lleva un pendiente ya que insistió
mucho en ponerse uno. La gente se sorprende de que le hayamos dejado ponérselo
teniendo sólo 6 años. Yo me pregunto cómo es que se extrañan si a una bebe
recién nacida le ponen dos sin ni siquiera saber si de más mayor los querrá o
no llevar. A Urtzi también le encanta llevar muchas pulseras y collares por
todo el cuerpo (muñecas, cuello, tobillos). Me encanta verle cuando le dicen:
“Qué nena más mona”. Le confunden mucho por una niña pero él se limita a
decirme: “Mamá se creen que soy una nena porque llevo el pelo largo y lo tengo
rizado”. Pues, tiene todo la razón. Si se fijaran en la ropa que lleva seguro
que sabrían que es un niño pero supongo que el pelo llama más la atención. Lo
estupendo de todo esto es que él sigue siendo el mismo a pesar de lo que
los demás le digan u opinen de él. Tengo que añadir que es muy importante cómo reaccionamos nosotros, los padres, en esas situaciones.
Estoy
aprendiendo a ser la mamá que realmente quiero ser para ellos.
He aprendido que no hay nada más importante que la relación con mis hijos.
Lo más importante es cómo nos relacionamos con ellos y luego viene todo lo
demás. Por ejemplo: De que sirve que hagan lo que nosotros queremos (recoger,
vestirse, ayudar…) o que coman lo que nosotros queremos y cuando nosotros
queremos (ellos saben mejor que yo a qué hora tienen o no hambre) si para
conseguir eso utilizamos amenazas, recompensas, gritos, sobornos, lloros… La
salud emocional de nuestros hijos es tan o más importante que lo que puedan
comer o dejar de comer en un momento dado. Hay que buscar soluciones creativas
a los “problemas”. En el caso de la comida, podemos ofrecerles varias cosas
sanas (diferentes frutas, frutos secos, tortas, pan casero, zumos, leches
vegetales, trocitos de zanahorias o pimientos, guacamole, algún cereal hervido,
tofu, seitan…), y luego dejarles escoger que es lo que quieren comer y cuando.
Ellos ven qué cosas comemos su padre y yo y cuáles no. Yo les explico el por
qué no como algo (azúcar refinado, carne, leche de vaca…). Como dice Casilda
Rodrigañez: Es mejor informar antes que limitar.
Si anteponemos nuestra relación a todo lo demás, las cosas dejan de tener
la importancia que tenían.
Estoy
aprendiendo a respetar mejor sus ritmos y darme más cuenta de los míos.
Yo soy una mujer muy activa. Suelo hacer varias cosas a la vez y
relativamente rápido. Siempre voy con prisas aunque no tenga que llegar a una
hora fijada.
Mis hijos me están enseñando a hacer las cosas a otro ritmo, más
relajadamente. A respetar sus ritmos biológicos de sueño, descanso, de
actividad física, de estar en silencio, de hablar... Ellos se pueden tirar
horas y horas haciendo algo que les guste y no tienen prisa por acabarlo.
Pueden empezar varias cosas a la vez y no tener la necesidad de acabar ninguna.
Los niños saben saborear cada instante y disfrutar el momento presente. Su vida
es aquí y ahora. No suelen hacer planes de futuro más allá de mañana o pasado
mañana…Ni se obsesionan por lo que ya pasó. De hecho el único momento que
realmente podemos vivir y disfrutar es el ahora. Y los niños lo saben mejor que
nosotros, los adultos. El pasado ya no es y el futuro aún no ha sido.
Verles tal y como son y no querer que sean de ningún otro modo me hace
darme cuenta de que no hace falta ir tan rápido ni hacer tanto a la vez.
Últimamente me lo tomo todo con más calma. No ando tan rápido, como más
lentamente, hablo menos (cosa que me cuesta bastante), escucho con más
atención, hago cosas con ellos a su ritmo y no al mío. Por ejemplo, cuando se
visten, espero con paciencia. O cuando se suben al coche o se ponen los zapatos
y/o las chaquetas. Cuando me explican algo muchas veces seguidas les intento escuchar con el mismo entusiasmo
con que les escuché la primera vez. Me doy cuenta de que ellos me lo explican
con la misma ilusión, pasión e interés cada vez. Me doy cuenta que hacer todo
esto me cuesta y no siempre lo logro pero así es como quiero relacionarme con
ellos y como me gustaría que ellos se relacionaran con los demás. Par que
alguien pueda respetar a los demás primero tiene que haber sido respetado. De
lo contrario tendra que hacer un gran trabajo personal para conseguirlo como es
mi caso.
Estoy
aprendiendo a disfrutar de las cosas más sencillas.
Mis hijos se pueden pasar horas con una pequeña lagartija. La cogen, la
miran, la enseñan, hacen preguntas, la ponen en algún recipiente, la vuelven a
soltar… Se maravillan por la forma que tienen algunas piedras o por su color.
Se fijan en el tamaño de la luna o si esa noche no está. Se paran en medio de
un camino para observar a las hormigas salir y entrar de su “casa”. Un día
Urtzi y Naikari se bajaron de sus respectivas bicis y me pidieron que se las
pasara al otro lado de la línea de hormigas que había en medio de nuestro paso.
No querían pisar ni una. Cogen flores y las miran muy detenidamente y se fijan
hasta en el más mínimo detalle. Comparan la forma de las hojas de los árboles.
Se fijan mucho en los bebés de los demás y en cómo sus padres se relacionan con
ellos. Miran a los ancianos con ojos como platos (quien sabrá lo que piensan en
esos instantes). Son muy sensibles a los olores. Las cosas les huelen a las
personas que conocen. Un día Urtzi me dijo: “Esto huele a Josep”. Supongo que
se refería al aroma del jabón que usa la
madre de Josep. Les encanta que cocinemos algo especial o poco común o
habitual. Para ellos es una gran fiesta hacer un pica pica en casa. Cuando ven
un gatito, perrito, pajarito… por la calle se le acercan y siempre lo quieren
tocar y luego se pasan un largo rato hablando de él.
Desde que soy madre de mis 3 hijos me doy más cuenta de los cambios
estacionales ya que ellos se fijan en cada detalle de la naturaleza. Están súper
conectados. Si nos fijamos bien a todos nos puede llegar a cambiar el humor por
el simple hecho de salir a la terraza, jardín, patio…y respirar aire “limpio” y
sentir el sol, el aire, el frío en nuestro rostro. Observando a mis hijos me he
dado cuenta de que cuando no han salido están más excitados, irritables,
impacientes. Cuando salimos al aire
libre les cambia el humor en cuestión de minutos e incluso segundos. Saber disfrutar
de las cosas “pequeñas” es lo más grande que hay.
Estoy
aprendiendo a respetar más a las personas que son muy diferentes de nosotros.
Tengo tal seguridad y convicción en la filosofía de vida que llevamos que
ya no me afecta tanto lo que otros puedan pensar, opinar o decir. Es como si mi
niña interior se hubiera sanado y ya no necesitase tanto la aprobación de los
demás para ser ella misma. De hecho siempre he pensado en que la mejor forma de
sanarnos de nuestras infancias es tratando a nuestros hijos como nos hubiese
gustado que nuestros padres nos hubiesen tratado a nosotros. Para mí ha sido lo
más sanador que he hecho jamás.
Cuando más respeto la forma de ser de los demás más segura de mí misma me
siento y cómo efecto dominó más respeto recibo. Ser uno mismo es lo único y más valioso que podemos ser y
perder nuestro tiempo intentando convencer a otros o justificándonos por cómo
hacemos las cosas nos aleja de quien realmente somos y queremos llegar a ser.
No tengo ninguna duda de que aún me queda mucho más por aprender de mis
hijos y con mis hijos en este maravilloso camino. Mientras tanto me encantaría
saber qué es lo que estáis aprendiendo vosotras/os.
Qué excelente, como siempre, Yvonne! Me siento muy representada en muchas de las cosas que dices. Sobre el primer punto justo estaba por escribir sobre mi hijo a quien cuando empezamos con esto el año pasado quería enseñarle a escribir aunque sea las vocales (solo escribía ULI por su nombre Ulises) finalmente lo dejé y he visto ya hace un mes que toma un cuadernito pequeño que encontró y respetando incluso los renglones escribe letras, incluso consonantes que jamàs vimos. Hoy, hace un rato, me pidió que le enseñara a escribir su nombre completo y la palabra gato porque quería escribirle una carta a nuestro gato que nos ha abandonado hace ya unos tres o cuatro meses atrás. Eso también entonces nos hace aprender que uno aprende a su ritmo y según las necesidades, como la vida misma.
ResponderEliminarMe ha gustado tu última frase "como la vida misma". De eso se trata, de vivir dejando fluir... Sin forzar, sin esperar, sin intención de que sepan tal o cual... Todo, absolutamente todo, llega en su justo y preciso momento.
EliminarUn beso Paula.
Hermoso, lleno de esperanza
ResponderEliminar.me ha dado fuerza para seguir, me ha dado esperanza de un mundo.mejor.
Gracias.Yvonne!!
Conciencia Madre, me alegra mucho saber que has resonado con mis palabras.
EliminarUn abrazo.
Gracias Yvonne , por compartir tus conocimientos y tu vida, es para mi familia de mucha ayuda, aun lucho con mi cabeza cuadrada, pero estoy leyendo mucho y aprendiendo por amor a mi familia 👪. Gracias
ResponderEliminarMinerva, no se trata tanto de luchar... je je je... Más bien hay que sentirlo para luego poder serlo. El siguiente paso después de la lectura es ser conscientes de qué es lo que me impide ponerlo en práctica y serlo y vivirlo.
EliminarUn abrazo.
Me encantó como siempre tu artículo Yvonne. Gracias por compartir tus experiencias sobre todo en estos tiempos que son escasos los modelos o referencias de un aprendizaje real y en libertad y de una crianza consciente.
ResponderEliminarMe llegó sobre todo tu frase: "Es como si mi niña interior se hubiera sanado y ya no necesitase tanto la aprobación de los demás para ser ella misma." porque también me siento identificada.
Un beso!
Judit... bonita... la verdad es que ese niña interior aun sale sin ser llamada pero la conozco y entiendo por tanto la sé llevar y gestionar... je je je.
EliminarUn beso.