Gracias Boris por esta joya. Un saludo.
Boris Krygel nos hace esta magnifica presentación:
Si tenés hijos chiquitos, no podés dejar de ver este material impresionante, que hasta hace unos pocos meses atrás sólo estaba disponible en inglés. Si tenés hijos grandes, tampoco. Y si estás a punto de ser mamá o papá, ni hablar... En definitiva, ya que no todos son o serán padres algún día pero sí todos –sin excepción– somos hijos, es altamente recomendable para cualquiera que destine 54 minutos de su vida para aprender lo que Jean Liedloff tiene para decir acerca del cuidado infantil no-adversativo, fruto de sus años de experiencia conviviendo con los Yekuana, un pueblo originario de la selva amazónica venezolana.
Lo que Jean fue observando intuitivamente a lo largo del tiempo, y que más tarde convalidaría apoyándose en investigaciones interdisciplinarias contundentes, era sorprendente, e iba totalmente a contramano de nuestro sistema de creencias acerca del parto, la lactancia, el colecho, la crianza y la educación infantil... Fue testigo de las vivencias de niños que no sólo no pelean entre ellos, sino que ni siquiera discuten, que juegan, exploran y aprenden sin supervisión de adultos y raramente se accidentan o enferman, y de bebés que son cuidados eficientemente por chicos pequeños y en ningún momento presentan los típicos síntomas de incomodidad y malestar que habitualmente solemos advertir en ellos quienes formamos parte de esta sociedad “civilizada”...
“Hemos perdido la confianza en nuestro propio ser, en nuestra propia naturaleza esencial. Obviamente, no sólo desconfiamos de los niños, sino también de nosotros mismos, desconfiamos de nuestra propia naturaleza humana. El motivo por el que siempre hablo de niños y bebés es porque es en esta instancia cuando primero se manifiesta esto, y aquí es donde esto comienza y se va estructurando. Pero estoy hablando de todos los seres humanos, estoy hablando de la sociedad”.
“Si queremos dilucidar cómo la sociedad se ha ido tornando tan... desagradable –por decirlo suavemente–, tan peligrosa, tan infeliz, tan enajenada, tan inestable... cualquier calificativo que queramos ponerle y que explique por qué somos tan infelices, la razón es porque durante la infancia nuestra predisposición natural para ser felices, dichosos y merecedores de ser amados acaba siendo tan socavada, que nos vemos obligados a vivir según esas expectativas minadas... Nuestra experiencia queda condicionada por todo aquello en lo que creemos. Y creemos en aquello en lo que se nos dijo que creyéramos, de acuerdo con nuestras experiencias durante la infancia”.
¡Gracias a ti, Yvonne, por tus amables palabras, y también por ayudarme a difundir este valioso material! Un cordial saludo.
ResponderEliminarUn abrazo Boris!
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