Muchos pensamos que estamos criando con conciencia, con respeto y apego. Y
que estamos satisfaciendo las necesidades de nuestros hijos pero el
comportamiento de nuestros hijos, en ocasiones, nos demuestra todo lo
contrario.
En este
otro artículo hablé sobre las necesidades básicas de los niños. En caso de no
haber podido satisfacerlas en un pasado por el motivo que fuese, aún estamos a
tiempo de poder sanar esa relación entre padres e hijos y crear una relación de
confianza, respeto y sobre todo de amor. Simplemente debemos estar dispuestos,
hoy, a dar el doble de amor, el doble de comprensión, el doble de conexión, el
doble de confianza, el doble de empatía… para poder así sanar las heridas de
necesidades no satisfechas.
Nuestra cultura industrializada hace que la mayoría de padres y madres
criemos a nuestros hijos de forma que daña la relación entre ambos y no es una
relación de apego ni de confianza ni respeto mutuo. La mayoría de los niños de
nuestra cultura (incluyendo los nuestros) no están teniendo sus necesidades más
básicas físicas y emocionales satisfechas.
Aun sin haber practicado una crianza respetuosa con apego desde el
principio, siempre es posible sanar esa relación tengan la edad que tengan
nuestros hijos. Nunca es demasiado tarde para intentar satisfacer antiguas
necesidades no satisfechas. Claro que cuando antes se empiece esta
sanación-relación más necesidades podremos satisfacer y más probable es que se tenga una relación de
seguridad, confianza, respeto, amor…
Pam Leo dice: “Todo comportamiento, de
nuestros hijos, es “conducido” por una necesidad. Hacemos lo que hacemos para
satisfacer nuestras necesidades”. En mi opinión, esto también valdría para
los adultos. ¿Cuántas veces no habremos discutido con alguien: nuestra pareja,
padre, madre, jefe… por el simple hecho de querer, necesitar ser visto, mirado,
tenido en cuenta, valorado, respetado…? El ser humano consciente o
inconscientemente hace lo que sea con tal de poder satisfacer una necesidad.
Otra frase de Pam Leo: “Criemos a
niños que no tengan que sanarse de su infancia”. Y también: “El nivel de
cooperación, escucha y ayuda que recibimos de nuestros hijos es usualmente
equivalente al nivel de conexión que el niño siente con sus padres”. Dicho
de otro modo, si les respetamos, valoramos, tratamos con amor, ellos nos darán
lo mejor de sí. Tenemos que dejar de hacerles a nuestros hijos lo que nuestros
padres nos hicieron a nosotros o lo que muchos padres siguen haciendo a sus
hijos hoy en día. Repetir modelos es lo fácil, cuestionarlos es lo difícil.
Las frases de Pam Leo son muy contrarias a como nos han criado y enseñado.
Cuando mis hijos se alteran, me alteran, gritan, se molestan, lloriquean…
Siempre me pregunto qué necesidad no estarán teniendo satisfecha, qué he hecho
mal o que no he hecho. Siempre, siempre hay un motivo valido para eso que
hacen. Eso no quiere decir que lo que hagan nos guste o esté bien, este enfoque
simplemente nos ayuda a ver las cosas tal y como son y no como nos han hecho
cree que son. Ya he dicho en muchas otras ocasiones: "Un niño feliz, se siente bien, por lo tanto se porta bien”. “Un niño se
porta “mal” cuando se siente mal”. Si hacemos todo lo posible por cambiar
su estado de ánimo no tendremos que pelearnos tanto por cambiar su
comportamiento.
Algo que en casa funciona muy bien es media o una hora de atención
individualizada para cada hijo al día. Nosotros tenemos 3 y cuando uno lo pasa
mal a veces nos es muy difícil poder satisfacer a los 3 a la vez. Ese rato de
exclusividad es muy sanador. Hay ratos en que juego con ellos y hacemos turnos
de 5-10 minutos de “mamá sólo para mí”. Me tumbo en la cama o en el suelo o me
siento en el sofá y ellos se van turnando para estar a solas conmigo. Al ser
muy poco rato solemos acariciarnos, besarnos, decirnos cositas al oído o
simplemente estamos juntos sin más. Los otros dos miran o hacen algo. Así nos
podemos pasar un rato largo. Ya sé que no es lo mismo que tener a mamá o papá
en exclusiva mucho rato pero como yo estoy sola con ellos varias horas al día
se me ocurrió esto y la verdad es que nos va de maravilla.
Una de las mejores cosas que podemos hacer por ellos y su bien estar es
intentar evitar todas esas cosas o situaciones que les puedan desagradar o
inquietar. A la mayoría de niños no les gusta estar en sitios cerrados con
mucha gente y ruido y poca ventilación. Podemos evitar los grandes
supermercados, los pabellones… Mi hija pequeña no soporta esos sitios y cuando
tenemos que ir intentamos que su padre o yo esté por ella o la sacamos de vez
en cuando fuera.
La clave está en sanar la causa de los síntomas de nuestros hijos, no en intentar cambiar o erradicar la conducta.
Cuando las necesidades físicas, emocionales, sociales, intelectuales… de
nuestros hijos son satisfechas, no tienen la necesidad ni el deseo de comportarse de ningún modo que
nos pueda molestar.
Ellos, siempre, hacen lo que hacen para darnos un “toque” de que algo no va
bien y necesitan de nosotros para ayudarles en ese auto-conocimiento de sí
mismos. No podemos pretender que quieran aprender, que se preocupen por
nosotros, que quieran colaborar… si están siendo molestados y distraídos por
necesidades no satisfechas.
Hay muchos “expertos” por allí que nos dicen que cuando un niño no se
comporta, necesita moverse, no quiere/puede aprender… tienen un desorden
cerebral, que necesita terapia, ser medicado… Hay muy pocos defensores de los
niños. La mayoría se ponen de lado de los padres y no de los niños. Pocos
padres aceptarían de un “profesional” algo así como: “Es que ustedes no están
tratando bien a su hijo, es que su hijo tiene necesidades insatisfechas, a su
hijo no le pasa nada de nada, mejor que sea usted la que haga terapia y no su
hijo…”
Si vemos el comportamiento de nuestro hijo como un “desorden” es como
lavarnos las manos. Dejamos de responsabilizarnos para poder descubrir cuáles
son esas necesidades y satisfacerlas. En contadas ocasiones hay realmente daño
cerebral.
Cuando alguno de mis hijos se pone muy contrariado o se enfada por todo me
pregunto: “¿He sido menos cariñosa últimamente?, ¿He estado forzándolo a hacer
algo que no quiere?, ¿He estado poniendo excusas para no tener que jugar con él
o escucharle?, ¿He estado dirigiendo su juego demasiado?, ¿He estado más con
los dos mayores?, ¿He estado de mal humor o preocupada por mis asuntos
demasiado?, ¿He estado diciéndole que juegue con sus hermanos o amigos en vez
de prestarle más atención?, ¿Le he forzado a recoger sus cosas en vez de
pedírselo amablemente?, ¿Les he estado dando prisas?... Usualmente me doy cuenta de que la respuesta a
una o varias de estas preguntas es un sí, sí, sí.
Una vez soy consciente de este “patrón” hablo con ellos y les pregunto
cositas o les digo cómo me siento yo… En casi todas las ocasiones necesitan
algo de mí o les ha faltado algo de mí o de su padre.
Se comportan de modo inestable cuando no se sienten conectados con
nosotros.
Una vez sabemos esto, es un gran alivio. Siempre podemos parar y volver
atrás y empezar a satisfacer todas esas necesidades congeladas. Ellos necesitan
nuestra empatía, que entendamos sus sentimientos antes de que puedan
cooperar con nosotros.
Como nadie nos ha enseñado a criar de una forma natural en esta sociedad
industrializada, muchos padres se encuentran con niños llenos de capas de
necesidades insatisfechas.
Para, realmente, poder hacer todo esto (satisfacer las necesidades de nuestros
hijos: las presentes y las pasadas) es imprescindible darnos cuenta de cuáles
son nuestras necesidades no satisfechas. Seguro que arrastramos y tenemos
muchísimas. Hablar con otras mamás o papás que crían de este modo ayuda mucho y
si es el caso, podemos pedir ayudar. Tener ratos para hacer aquello que nos
apasiona sana mucho. Yo por ejemplo, me encanta leer y escribir. Estar ahora
escribiendo todo esto para mí y para todos/as vosotros/as es de gran ayuda.
Seguro mañana me levanto con unas ganas tremendas de hacer cosas con mis hijos ya
que mi necesidad está siendo, ahora mismo, más que satisfecha. Cuando estoy más
de dos o tres días sin poder leer o escribir no soy la mamá que me gusta.
Necesito hablar y mucho, necesito escuchar a otros, necesito silencio para
poder pensar, necesito hacer algo de ejercicio o deporte, necesito comer sano,
necesito hacer algo manual de vez en cuando, necesito escribir y/o leer a
diario, necesito estar estudiando algo siempre…
No hay nada que nos sane más que tratar a nuestros hijos y a los de los
demás de la forma en que nos hubiese gustado ser tratados de pequeños (de la
forma en que legítimamente nos merecíamos). Al romper esa “cadena” empieza un
ciclo nuevo.
El libro de Naomi Aldort, los de Alice Miller, los de Laura Gutman, artículos de Casilda Rodriganez… me han ayudado mucho. Lo
que más me ha/está ayudando es poder compartir con mi pareja y otras mamás y
papás todo esto sobre la crianza de nuestros hijos. Y ahora que estoy
estudiando y formándome como psicoterapeuta en Gestalt me siento en buen
camino.
Muy bien explicado Yvonne,
ResponderEliminarComo siempre la solución es deshacernos de nuestras mochilas y nuestro egoísmo, que acompañaron a nuestras propias crianzas..
Hace mucho que no me pongo en contacto contigo pero te sigo siempre.
Saludos,
Diana
Ahora mismo no te recuerdo, Diana pero encantada de volver a saber de ti. Eso que dices de deshacernos de nuestras mochilas es la clave, pienso yo. Pero no es nada fácil...
EliminarUn beso.